Seguro que a más de uno que lee estas líneas se le ha dibujado una sonrisa de autorreconomiento al leer el título de nuestra publicación de este mes de agosto.
¿Son las vacaciones una bendición que esperamos todo el año o en realidad no hacen más que estresarlo todo y complicarnos -aún más- la existencia?
Pues, como casi todo en esta vida, depende de cómo lo gestionemos y de la posición en la que nos encontremos.
Aunque por motivos obvios la visión que se tiene de las vacaciones depende totalmente de la responsabilidad que se tenga o del equipo profesional que se gestione, lo cierto es que a todos nos recorre esa incierta sensación de “qué stres es dejarlo todo atado antes de las vacaciones, ¡no me compensa irme!” y “qué jaleo es la vuelta, ¡me tenía que haber quedado!”.
¿A nadie le suena esto que describimos? Seguro que todos os habéis identificado en tal situación al menos alguna vez…
Pues bien, aunque resulte obvio decir esto, las vacaciones son necesarias a nivel personal y profesional, y le vienen demostradamente bien tanto al trabajador -como trabajador que produce y como persona fuera de la oficina- como al empresario gestor de ese trabajo y rendimiento. ¿Por qué? Porque si no se produce esa ruptura temporal con la obligación de la tarea diaria y esa desconexión con el deber a realizar; esa sensación de “obligatoriedad” alejada del “disfrute” que debería ir pareja del trabajado diario nos acabará comiendo el terreno, llegando en un corto o medio plazo a un “modo de cabreo on”, que originará que las cosas comiencen a afrontarse con malas caras, pocas ganas y peor interés; con las consecuencias directas que ello tiene en nuestro propio desempeño profesional y en el de nuestros compañeros. Es decir, que nos lleva a un bajo rendimiento y una menor rentabilidad de la deseada para la empresa.
Ciertamente, en el mundo en el que vivimos hoy en día resulta harto complicado esa desconexión total que todos deseamos, pues las nuevas tecnologías nos tienen al día (de hecho al minuto y al segundo) de todo lo que pasa a nuestro alrededor, con lo bueno y malo que eso tiene; pero es nuestro deber y el de nuestros superiores saber hacerlo y, lo que es más importante, querer hacerlo.
No tiene ninguna gracia el hecho de estar preparando la ansiada escapadita durante todo el año con nuestras familias, amigos o la única compañía de un potente “súper yo”, para que luego tengamos que estar pendientes de lo que ocurre durante esos cortos días en nuestras farmacias.
Lo ideal es romper del todo con los hábitos ordinarios que en nuestro día a día llevamos a cabo, y esa ruptura va -con diferentes escalas- desde la evidente y necesaria indiferencia al mail o teléfono del trabajo -sin remordimientos ni pesadillas nocturnas que nos cuesten una úlcera-, hasta el simple hecho de no hablar de cosas de trabajo o con compañeros de trabajo… ¡Ojo con el Whastapp y con ir relatando nuestras vacaciones! Así no nos evadimos.
Esto no implica, cálmese el personal, estar enfadado con ellos ni que el ambiente laboral se vaya a enranciar a nestra vuelta… Lo único que indica es que se desconecta de una gente con la que pasamos 11 meses al año un tercio de nuestro día, y eso es bueno.
A la vuelta podremos tomarnos todos un café y contarnos al dedillo las aprovechadas vacaciones, con anécdotas incluidas y entretenidos atascos.
En cualquier caso, y como ya popularizó hace casi 30 años Bobby McFerrin: “Don’t worry, be happy”.
Tú disfruta de tus vacaciones y a la vuelta ya veremos lo que pasa… Lo que nunca tuvo solución tampoco lo tiene ahora y lo que siempre la tuvo te está esperando con paciencia de la buena.
-Felices vacaciones amigos de FARMATALENT-